lunes, 25 de noviembre de 2013

"MI ESPOSA": Un Micro Cuento por: German William Cabassa Barber



"MI ESPOSA"
Un Micro Cuento por:
German William Cabassa Barber, Primer Lugar, 
En El Certamen de la fiesta de La Lengua,  año 2013: 
Barrio Guaniquilla, Cabo Rojo, Puerto Rico, a 12 Junio 2011, hora 7:22 p.m:
El teléfono móvil sonó dos veces y el sujeto lo contestó. Su mejor amigo, ahora ausente por estar estudiando en España le dirigió un cálido saludo y le preguntó en que se ocupaba. El sujeto le contesto que estaba en medio del entierro de su esposa. Su amigo entristecido, no podía creer la noticia con la cual se acababa de topar. Por un momento hubo un silencio y el amigo del viudo solo comentó, tras unos segundos, que debió haber sido algo muy reciente y repentino, pues ni le había avisado. El viudo con una voz de alguien que lamenta dar explicaciones le dijo, que todo aquel asunto había sido algo de última hora y que no había tenido tiempo para muchas cosas. Su amigo le deseo lo mejor y que fuese fuerte, la llamada terminó. El sujeto se limpió la frente con la manga derecha de su traje, miró el costal que había a su lado, luego, de un bolsillo, sacó un retrato de una joven mujer, guapa como ella sola. Seremos felices mi amor, muy felices, dijo él y guardó el retrato. Tomó la pala que había dejado a un lado para contestar la llamada y siguió cavando la fosa clandestina donde yacería su difunta esposa, allí en su finca, bajo la luz de la luna y el ojo de un quinqué...

miércoles, 20 de noviembre de 2013

“Héctor está de visita”: Un Cuento Corto por German William Cabassa Barber


“Héctor está de visita”
Un Cuento Corto por:
German William Cabassa Barber,
Tercer Lugar, 
En El Certamen de la fiesta de La Lengua,  año 2010:

UPR, Mayagüez, Puerto Rico, a 11 de Octubre año 2010:

Cuando El Profesor que ofrecía la clase “Teoría del arte en Puerto Rico” le dijo-por casualidad de la vida” y sin mucho que ver con la clase-a los jóvenes de la sección de la tarde que tenía uno de los muchos cuadros que pintó Vincent Willem van Gogh y que era de aquel puñado de misteriosas obras que no terminó en un museo y que jamás había sido retratado por nadie-por lo cual para todos los que estudiaban a van Gogh era una obra totalmente desconocida-al joven James Vargas, aspirante a bachiller en artes plásticas “se le incendió su alma con el fuego de la obsesión”.

La terrible obsesión del joven comenzó cuando se le anidó la idea de algún día llegar a ver el cuadro, así nació. Siguiente, pasó por su mente una y otra vez el recurrente pensamiento de poder “darse el exquisito gusto” de analizarlo, compararlo y contrastarlo con las demás obras del afamado pintor-que por cierto sólo vendió una pintura en vida y se la compró por pena su hermano-así se “maduró inmadura” dicha obsesión.

Pero en su mente planeó y consumó su traición, cuando en un momento dado El Profesor recibió una llamada en medio de una clase y tuvo que dar su dirección-la cual todos desconocían-por teléfono y a viva voz. El Profesor vivía al lado del cementerio nuevo en Cabo Rojo, Puerto Rico en una vieja mansión que le dejó su madre a él, su único heredero.

Hacia el lado izquierdo de la casa no tenía vecinos a más de quinientos pies de distancia, pues había un terreno abandonado que parecía una jungla y hacia el lado derecho, lo único que había era como ya he dicho “la urbanización del silencio”, de las muchas casitas blancas, de las muchas cruces, de “los Cristos Mudos” y de “las vírgenes tímidas”.

Allí vivía solo El Profesor sin esposa, ni hijos, ni hermanos, ni sobrinos, no tenía amigos, sólo la ocasional visita de un misterioso sujeto llamado Héctor, el cual aunque los jóvenes del grupo-incluido James-no lo conocían, ni sabían que tenía que ver con su profesor, sabían que brillaba por ser un infortunio para los deseos de quienes querían ver el cuadro.

Pues resultaba que cada vez que El Profesor parecía estar a punto de entregar el anonimato del cuadro para ser desvanecido por los ojos de sus estudiantes, Héctor le dejaba saber que aparecería para visitarle a su casa y “el magno evento”, la develación de una de las pocas cosas que aún se había conservado invisible para el mundo, se echaba a perder. Parecía que su difunto pintor la celaba de los que en vida le despreciaron, todos.

Mientras El Profesor guardaba su teléfono celular, una joven curiosa e indiscreta tuvo la ocurrencia de preguntarle a El Profesor que si a él no le daba miedo vivir solo al lado de un cementerio. Este sonrió de una manera especialmente sínica, como uno hubiese imaginado el sonreír de Nicolás Maquiavelo-el autor de El Príncipe-cuando se le preguntaba sobre política y este se disponía a contestar como sólo él sabe. Tras lo cual El Profesor le contestó-“Sí, me da miedo, déjame contarte una historia.”

Les contó la más descabellada e inimaginable de las historias y por primera vez en tres semestres-a su grupo de estudiantes recurrentes, pues en este bachillerato de artes plásticas El Profesor daba casi todas las clases medulares-les habló de su vida privada y de su juventud. Cuando era joven vivía con su madre, pues su padre había muerto peleando en la guerra de Vietnam y junto con sus amigos solía brincar la verja del cementerio donde también había ido a parar su mejor amigo por culpa de un accidente de motora y allí frente a la tumba de su padre y de su mejor amigo-cuyo solar lo dividía apenas una cadena-aquel grupo de locos y sufridos adolecentes de finales de los setenta lloraban al padre de su amigo quien en vida pagaba las reparaciones de todas las motoras del grupo y lloraron también al amigo de todos ellos, quien “se fue” por el descuido de un negligente y allí bebían vino hasta la inconsciencia y fumaban marihuana hasta no saber ni donde estaban. La madre de El Profesor vieja y sabia, una noche antes de él marcharse y sabiendo lo que su hijo hacía le dijo: -“Tu seguirás con esos disparates hasta que se te pase la mano y se te aparezca La Baronesa del Cementerio y cansada de escuchar tus penas y harta de tus irreverencias te recompense por la insistencia de tu luto, pero del susto al regañarte se te quiten las ganas de ser valiente. Porque acuérdate ella no te premia sin reprenderte.”-esas fueron las palabras de la vieja.-“Pero madre, ¿Quién es esa baronesa del cementerio?”-le preguntó él, un tanto asustado por la seriedad de su progenitora, nunca antes mostrada hasta ahora. –“Ella es la primera mujer de color enterrada allí y por tanto la dueña del camposanto. Te lo vaticino sea eso o lo que sea que pase, tú y tus amigos van a pasar un susto. ¡Vas a lamentarte!”-le contestó. El Joven como que sintió “mala espina”, pero al final de cuentas no le hizo caso a su madre, sus amigos le esperaban. Sonrió mientras contaba esta historia a sus estudiantes y añadió que debió haberle hecho caso a su sagrada progenitora y que más adelante la perdió por esa misma razón, por no haberle hecho caso esa noche.

Esa noche-contó-él y sus amigos se trajeron el vino más embriagante y la marihuana más pura y frente a la tumba de sus llorados comenzó la secuencia de cada noche, pero esta noche algo salió mal, “se les pasó la mano” y como vaticinó la vieja, pasaron un susto.

El Profesor tenía una “nota”-les contó a sus estudiantes-que era como un pelotazo de grandes ligas, una “nota” que botó la bola. –“Yo no me despedí de nuestro amigo como es debido, él era mi hermano, lo más que le gustaba era correr motora y bailar como un trompo, la noche del accidente a esto iba aún sin el foco de al frente de su Harley-Davidson ¡a eso iba!, hay que darle la oportunidad que lo haga una última vez, como no se lo permitió aquel camionero negligente.”-había dicho con los ojos llorosos El Profesor-en aquel tiempo remoto-y buscando en el suelo había hallado una conveniente pala olvidada por los sepultureros y golpe viene y golpe va, a palazos abrió la sepultura que resguardaba los restos de su amigo y encontró el ataúd o lo que quedaba de él.

Al abrirlo sonrió-“Todavía sigues aquí, hermanito.”-dijo al ver “el cadáver” de su amigo que aún tenía su jaquet de cuero negro que en el lado izquierdo llevaba bordado su nombre como lo estipulaba en su tiempo la moda para la mayoría de los Greasers. Tras lo cual echándose al hombro a “su amigo” lo sacó de su tumba. Habiendo salido de la tumba y parado frente a sus amigos tomó el cadáver en sus manos y lo levantó como un muñeco, agarrándolo por debajo de las axilas-“¡Hay amigo mío!, ¡En lo que te has convertido!”-gritó a toda voz amargamente, llorando y lamentándose de corazón-“Si volvieras a la vida podríamos bailar otra vez, ¡cómo lo quisiera aunque me costare lo que fuese!”-dijo riendo para no llorar y se puso a bailar con el cadáver que se sacudía de lado a lado con los torpes movimientos de aquel drogado que ahora era oficialmente un profanador de tumbas y mientras todos sus amigos reían y aplaudían se escuchó una fantasmal riza... todo quedó en silencio y al lado derecho de la tumba que habían profanado había una mujer vestida de novia, huesuda y sonriente.-“¡Te reprendo Profanador! ¿Eso es lo que quieres, que a tu amigo le regrese del reino del silencio? ...pues lo tendrás, ¡pero será tu recompensa, tu responsabilidad...y tu condena!”-le dijo y río diabólicamente. Una ráfaga de viento frío les anunció-a todos por igual-que aquello no era producto de un efecto secundario de aquella droga, ni auspiciado por el alcohol y su pesado sentido del buen humor. Todos sus amigos salieron corriendo. El Profesor no tuvo tiempo de reaccionar y corrió con el cadáver al hombro como nunca había corrido, rogándole a Dios que aquello no lo agarrase y así habían terminado aquella noche loca y su adicción al vino y a las drogas.-“Profesor... ¿Y qué hizo el cadáver?”-preguntó la joven que había “desatado” “aquello”. Él la miró serio por un momento y sonrió de medio lado.-“La curiosidad mató al gato...”-le respondió sínicamente, tras lo cual se acomodó los espejuelos y negó con la cabeza.-“Pero la satisfacción lo revivió.”-contestó James Vargas, sentado dos sillas a la derecha de la joven.

El Profesor le miró sorprendido y sonrió otra vez, repentinamente tocó el timbre y todos comenzaron a marcharse, hasta quedar solos Vargas y su profesor. El Profesor miró al joven de cabello castaño, ojos verdes, blanco y alto, sí, a aquel que todos detestaban por ser un sabelotodo que siempre quería sobresalir y que parecía saber todo sobre todo, él que era un experto en van Gogh uno de los preferidos de El Profesor, él, que cuando quería algo lo lograba.-“¿En qué puedo ayudarte?”-le preguntó al joven que le contemplaba serio.-“Profesor”-le contestó-“yo quiero ver la pintura, iré esta noche a su casa.”-le dejó saber.-“No, no puedes.-le dijo, aparentaba estar nervioso-“Qué pena con usted Vargas, pero es que Héctor está de visita.”-le dejó saber El Profesor. –“¿Héctor?, pues creo que usted ha inventado a Héctor, nadie lo conoce, nunca ha venido a la universidad, aquí no le llama... yo voy para su casa, me invite o no y a Héctor, bueno habrá que conocerlo.”-le dijo indiferente, exigiendo lo añorado como lo haría El Principito del relato corto de Antoine de Saint-Exupéry.

El Profesor comenzó a sudar y se notaba que-también-comenzaba a temblar –“¡No! ¡No! ¿Qué? ¿No entiendes? ¡Héctor está de visita!”-le respondió como si el joven supiese la importancia de semejante frase.-“¿No me lo puede presentar? Además... ¿qué va a hacer en su casa hoy que yo no puedo acompañarlos?, ¿Qué?... dígame la verdad, ¿por qué tanto misterio? ...acá entre nosotros... ¿es usted gay Profesor?”-preguntó el joven y “se le pasó la mano”, su obsesión le hacía torpe.-“No, no soy gay, es que no entiendes, Héctor va a cenar a casa, yo tengo que alimentarlo para que...”-le dijo como desesperado-“¡es mi responsabilidad!”-añadió como si hubiese algo que quisiese decir y no pudiera. –“Profesor, usted no entiende ¿verdad?, la idea de lo desconocido me obsesiona. ¿Me dejará con las ganas de saber que hay en el cuadro? ¡Usted estará en su casa!, ¿qué son cinco minutos?”-le rogó. El sujeto le miró y sonrió poco a poco, sonrió de a sorbitos. –“Es que no estaré-ahora que recuerdo-Héctor y yo saldremos, a cenar. Además si no te quieres quedar con las ganas de saber yo te diré, el cuadro se llama “Los esqueletos tomando té” y tiene a dos esqueletos tomando té al estilo italiano de la época de van Gogh. Ya está, ¡ya eres el primero en saberlo! ¿Se te quitó la curiosidad?”-le preguntó El Profesor y como a una mentira se le responde con otra, el joven contestó que .

La verdad era que ya había planeado y ejecutado su traición en su imaginación, ahora estaba seguro de que El Profesor no estaría allí y que podría consumarla en la realidad.

Esa noche, el joven echó una valija de herramientas en el baúl de su auto, por si a El Profesor le daba por en realidad salir esa noche y podía ejecutar lo planeado, metérsele en la casa y retratar la pintura. Sí en realidad El Profesor no salía, simplemente él se aparecería por allá y encontraría la manera de entrar “con permiso pero a las malas”.

De cualquier manera, su intención era retratar aquella pintura a como diera lugar. Al caer la noche el joven se dirigió a la dirección donde vivía su profesor y se percató que no estaba el auto y que el portón estaba medio abierto, sonrió de medio lado y caminó hacia adentro, se percató que en el suelo de la marquesina habían huellas lodosas pero por su extraña apariencia no pudo definir de qué eran, trato de no pisarlas y llegó a la puerta.

Al mirar en la cerradura para su sorpresa halló las llaves y sobre un muro a la altura de sus costillas la cartera de El Profesor y su libreta de notas, al parecer había salido de prisa y las olvidó.

Al entrar a la casa se percató de que había luces encendidas y que había- El Profesor -dejado sobre una mesa dos tazas de chocolate caliente, pues aún emanaban vapor. Miró al lado derecho y vio una puerta media abierta y las mismas huellas con barro en el suelo que se dirigían hacia allí. En la puerta tenía un rotulo. “Galería, no pasar”. El joven se sintió como El Príncipe, al cual se le servía todo en bandeja de plata, sin notar que el camino fácil como nos enseña Jacinto Benavente en El Príncipe que todo lo aprendió en los libros, es el más peligroso. Paso a paso entró a la galería y ya siendo víctima del pecado por dejarse seducir de la curiosidad que es la más cruel de las mujeres, dejó la puerta abierta, buscó y buscó el interruptor en la obscuridad, mas no lo encontró.

Repentinamente la puerta por la cual había entrado al cuarto, se cerró de golpe y porrazo y el joven sintió que del otro lado le colocaban el seguro-obviamente-para que nadie saliese de allí.-“¡¿Con mil demonios qué Diablos pasa aquí?!”-gritó el joven en la obscuridad, cuando repentinamente se encendió la luz del cuarto, al mirar vio muchas cortinas que llegaban al suelo cubriendo de lado a lado las pinturas y al fondo de aquella habitación vio un hermoso sillón rojo, y sobre su espaldar-al lado del interruptor-la pintura añorada, la que le habían descrito, la de dos esqueletos tomando té y-además-comiéndose a una persona, detalle que se le “olvidó” mencionar a El Profesor.

El joven abrió los ojos como soles y le sudó la frente, pero no fue por el cuadro, fue por otra cosa. Porque ahí, sentado sobre el sillón había con un jaquet negro de cuero que tenía escrito en su lado izquierdo “Héctor” un esqueleto.-“¡¿Cómo demonios llego eso aquí?! ¿Qué clase de broma es esta? ¡Déjenme salir!”-gritó a toda voz y a golpes contra la puerta el joven.

Repentinamente escuchó la voz serena de El Profesor -quien le había encerrado allí-que le respondía del otro lado de la puerta: “¡Yo se lo advertí Vargas!, yo le dije que no venga, que Héctor está de visita, que viene a cenar, pero usted no me escuchó no captó el mensaje detrás de mi historia, el que no toma consejos no llega a viejo.”-le dejó saber El Profesor.

El joven otra vez miró al sillón-sospechando lo que le esperaba-y el esqueleto no estaba, al mirar a la cortina a su lado, pudo ver con horror, en medio de donde se unían la cortina y el piso, los huesudos pies del esqueleto llenos de barro. El joven-víctima de la obsesión-no tomó consejos y como dice el refrán no llegó a viejo, porque siguiente y saltando de entre la cortina, el esqueleto le mordió el cuello…[1]




[1] Este relato inspiró más adelante una novela más explícita y reveladora, El arte de saber morir”, que pronto verá la luz y trata de todas las desdichadas noches en las cuales “Héctor está de visita”, y la lucha de El Profesor para poder  mantener el control sobre este ente sobrenatural a lo largo de los años, arroja más luz sobre El Profesor, Héctor, la maldición de La Baronesa y expande la historia y mitología de este cuento, con muchos detalles que para el tuvieron que dejarse fuera pero no así con  la novela al punto que en ella a la historia hasta llega a dársele un fin.

jueves, 14 de noviembre de 2013

“Amor prohibido”: Un Cuento Corto por German William Cabassa Barber


“Amor prohibido”
Un Cuento Corto por:
German William Cabassa Barber,
Primer Lugar, 
En El Certamen de la fiesta de La Lengua,  año 2009:

Cuando el Detective Hopeless, del Departamento de Homicidios y crímenes violentos, entró en aquella habitación donde la policía y sus peritos forenses ya le esperaban, lo que encontró, mientras aguardaban la llegada del fiscal, fue algo que jamás olvidaría. Aquello y su historia fue algo tan desconcertante que más tarde (en Diciembre 23 de ese año) el pensar tanto en ello le obligaría a romper el silencio y dejar su ética laboral a un lado para contarle a su mejor amigo-mi padre-sobre aquello que ocurrió, por cierto el 11 de octubre del 2004…
Manhattan, Nueva York a 11 de Octubre de 2004:
-“Qué desastre.”-comentó el Detective Hopeless al encontrarse con aquella escena, aunque había visto muchos escenarios espeluznantes en su vida, los de ese tipo en específico eran los que menos le gustaban. Mientras él contemplaba aquello, otros rebuscaban el lugar, otros fotografiaban, otros hacían trámites para que el fiscal se apresurara. Cosa del destino pareció que aquel joven oficial de color se percatase de que había una grabadora sobre la mesa y de que tenía cinta puesta, se acercaron y se percataron que aún grababa, le oprimieron el botón para que el artefacto virara la cinta al principio y por curiosidad, aunque más por la sospecha de que esclarecería aquel caso se pusieron a escuchar la cinta. Contaba una historia que viviría con ellos de ahí en adelante, era la historia de quien dejó la grabación -en ella contenía sus razones para hacer lo que había hecho- y era su historia, era el audio que sigue:
“He decidido dejar mi historia para los que la encuentren, como testamento y como advertencia de que no cometan los mismos errores que yo. Mi nombre es Sebastián y todo comenzó cuando yo estaba en la escuela superior Inés María Mendoza en Cabo Rojo, Puerto Rico. Cursaba yo el grado once cuando por tener la sangre caliente embaracé a mi novia. Les diré que todos aquellos que me rodeaban, los pocos que eran, se convirtieron en mis verdugos. Así que sin paciencia, sin ganas y sin compasión ninguna, siendo mi cómplice el hermano de mi abuelo, sin decir nada, me marché. Así es, abandoné a mi amante, partí hacia la ciudad de Nueva York. , el antiguo destino de todos los nacidos en mi isla bella, con sólo 16 años. No quería volver a mi amada tierra natal porque los dos hermanos de mi amante querían matarme.
Durante 19 largos años no me comuniqué con nadie de acá y como nadie supo con quién y a donde escapé, tampoco recibí muchas noticias de mi isla querida. Mi tío-abuelo, murió de cáncer en el transcurso de esos 19 años pero para eso ya era yo un hombre adulto, con negocio propio que él “me heredó en vida” al retirarse. Me dedicaba a exportar piezas de carros a cualquier parte del mundo, eso fue lo que aprendí y la manera en la que me gané la vida. Con el pasar del tiempo, por mi vida desfilaron muchas mujeres, no perdoné ni a una, antes de salir con ella la séptima vez ya éramos amantes, ese tipo de relaciones no duran mucho. Pero jamás hubo una mujer que amase tanto como a mi Elizabeth. Ella es el eje de mi historia.
Una tarde llegó cierto sujeto, que se apellidaba “La Vida”, el cual me hizo un pedido de ciertas piezas con destino a Mayagüez de Puerto Rico. Recordé a mi amado Cabo Rojo e inevitablemente vino a mí, recordar aquel sombrío acto de cobardía del que había sido protagonista y mi semblante decayó, el sujeto me miró por un momento con seriedad y luego sonrió.
-“Hombre, sea alegre, tenga usted buen ánimo, que el destino toca a su puerta.”-dijo y sonrió, sacó una tarjeta de su abrigo y la colocó sobre el mostrador, me dio una mirada como galán de película y se marchó. Por un momento pensé que estaba en blanco, pero al tomarla supe que me equivocaba.
-“Así que este “burdel disfrazado” se llama “Amor Prohibido”, muy original.”-comenté.
En aquel momento pensé que era estúpida su idea de dejarme aquella tarjeta. Así que la coloqué sobre el escritorio y seguí el papeleo, pero mientras más la observara, así fuese con el rabo del ojo, más me interesaba. Amor Prohibido, extraño nombre para un lugar de bailarinas nudistas, es más, suena cursi, me dije. Pero pronto, me torné optimista con aquel gesto. Estoy solo, soy muy bien parecido, tengo mucho dinero. ¿Por qué no? Aun siendo mi vida como había sido, jamás había visitado un “burdel”, así que poco a poco, lo que fue estúpido, me interesó, me creó curiosidad y la curiosidad mató al gato, aunque en su caso, la satisfacción lo revivió.
Ese viernes, me preparé, me vestí con la mejor ropa, buen peinado, un reloj caro y una faja de billetes en mi bolsillo fueron mis “atributos”. Al llegar al lugar, en una de las calles más conocidas de NY, me fijé que tenía aspecto de casa antigua con frente adornado de dos columnas y en el centro de ellas, el letrero que te dejaba saber a dónde habías llegado.
Me acerqué al moreno americano que servía de portero y le contemplé momentáneamente, y él a mí y me preguntó qué pasaba, que si quería algo y saqué la tarjeta y se la entregué. Él me preguntó sobre cómo la obtuve y le dejé saber que aquel sujeto con aquel apellido La Vida me la había dado, diciendo que el destino había tocado a mi puerta. El abrió los ojos como soles y sonrió como si repentinamente fuese tímido, se disculpó y me llevó adentro, el lugar estaba iluminado, la luz era falsa y artificialmente programada. Llegué a un cuarto privado con él y me dejó saber que me “atendería” la bailarina y dama de noche más bella de NY. Afirmé con la cabeza y él se marchó. Pasados cuatro minutos, entró una dama en la habitación. Describiéndola diré que era rubia de cabello largo y lacio, su piel era bronceada-se notaba que fue blanca alguna vez-sus senos perfectos, era de baja estatura, de ojos verdes y era Elizabeth Heart.
-“Hola galán.”-dijo y se sentó en la mesa donde estaba el tubo para ella bailar y conversamos un poco-“Sé que está usted lleno de estrés”-me dijo con ojos a medio cerrar-“pero relájese, puede verme como una amiga, estoy aquí para hacerte feliz, para que disfrutes la función.”-dijo, tras lo cual subió a la plataforma de baile. Tenía una blusa que decía “Las Chicas somos Malas” roja y blanca, sombrero de cowgirl negro, falda blanca y unos tacos de plataforma negros.
Comenzó a bailar al compás de la música, sinceramente ni recuerdo el ritmo. Lo que sí recuerdo fue como poco a poco comenzó a quitarse su blusa-me percaté de que tenía una pantalla en el ombligo-luego su falda blanca y se quedó en ropa interior. Su ropa interior era roja, los manguillos de su sostén eran transparentes y el diseño completo era de rosas. Pensé que ahí terminaría la función, pero no fue así.
Comenzó a hacer ciertos movimientos que me reservaré y prontamente ya no tenía sostén, pude admirar sus pechos. Continuó su baile y aquellos movimientos que no puedo describir, por respeto y me dio la espalda y se acercó, tenía un tatuaje en su espalda baja, era una palabra y decía “Suya” en letras hechas como para parecer rosas. Nuevamente de frente sostuvo con sus manos las ataduras de su ropa interior inferior y poco a poco las soltó. Recuerdo muchos detalles de lo que observé, pero el más curioso fue otro tatuaje con el mismo estilo, este decía “Bad Girl”, que traducido es “chica mala”. Era una “diosa malvada que había venido entre los hombres para hacerlos pecar”, eso pensé. Siguiente y sólo en sus tacos de plataforma y con su sombrero de cowgirl se sentó sobre mí-mi corazón latía a “mil por hora”-comencé a sudar y hasta me dieron escalofríos de tener a una mujer tan preciosa allí, conmigo.
-“Sé que ahora estás mejor galán.”-murmuró a mi oído, mordiéndome levemente la oreja, tras lo cual me lamió los labios. Tomé el dinero que traía en mi bolsillo y le entregué una buena suma de dinero, ella sonrió y me contempló momentáneamente.-“Hasta pronto galán.”-me dejó saber y se marchó del cuarto, llevándose su ropa, después de aquella función privada también abandoné el lugar, no bajó una tormenta de agua, sino, bajo una de sentimientos.
No hice más que salir y ya quería volver a verla, ella daba sus funciones los viernes, así que cada viernes regresaba a beber un poco más de aquel elíxir que como el “Fuego de San Agustín” me quemaba el ser. Cada una de aquellas ocasiones era más y más dinero para ella y más y más “Fuego de San Agustín” para mí. Hasta que una noche todo cambió, para siempre. Esa noche fue aquella que tras un millar de sentimientos conflictivos y tras pensarlo a fondo, me decidiría a confesar mis sentimientos, increíblemente conociendo el tipo de mujer que era y la vida que llevaba, estaba enamorado de ella. Cuando entró al cuarto pensé en decírselo tan rápido como pudiese, mas otra vez su belleza me deslumbró y no pude decir nada de la manera que lo planeé.
-“Hola galán, eres preso del estrés, lo sé, pero hoy, te libraré de tus cadenas. Hoy, hace un mes que nos conocemos, es nuestro aniversario.”-dijo y sonrió simpáticamente, subió a la plataforma e hizo su rutina de baile. Cuando terminó, los guarda espaldas que siempre estaban en la puerta del cuarto durante “las rutinas” se marcharon y ella, se bajó de la plataforma y se dirigió hacia mí.
-“¿Qué sucede?”-pregunté extrañado de tal situación.
-“Nada. ¿Qué va a suceder? Sería mejor pregunta.”-dijo mientras me desabotonaba la camisa.
Lo siguiente no hay necesidad de describirlo, estaba acostada en mi pecho, ambos como Dios nos trajo al mundo y ella fumándose un cigarrillo de marihuana que de hecho olía a fresa cuando exhalaba el humo.
-“No eras “tan mala” después de todo. Pensé que con una vida como la tuya eras señora desde hace mucho, mas con lo que pasamos ahora, me percaté de que me equivoqué.”-le dije pensativo, culpa de la vida la ironía por ambos vivida.
-“Esperaba al hombre ideal, pensé que eras tú, no te has propasado conmigo, eres elegante y sencillo y por alguna misteriosa razón desde que te conocí, me resultaste tan familiar.”-fue su confesión.
-“Hay algo que quiero decirte.”-le murmuré al oído, decidido a desnudar mi corazón, para que ella contemplara mi interior, me confesaría. Pero me interrumpió antes.
-“Dime la verdad, ¿tienes esposa?”-preguntó con cierto tono de nerviosismo en su voz.
-“No, llevo mucho tiempo solo. Lo tengo todo menos una buena mujer a mi lado, aunque hay quien dice que no hay mujeres buenas, yo busco una buena mujer dispuesta a compartir todo conmigo, su corazón incluido.”-le dejé saber, ella me acarició el cuello con su mano izquierda y sonrió paso a paso.
-“Cariño, si estuvieses dispuesto a aceptarme como soy, yo sería más que tu mujer de ocasión, no por dinero, sino por lo que todos mendigamos, por amor.”-fue su humilde respuesta.
-“Elizabeth, cásate conmigo, deja “esta vida”, no importa lo demás, pero “deja esta vida”, el resto yo lo acepto, si te gustan las drogas, te gusta beber alcohol, etc., está bien, pero deja “esta vida”, si realmente me correspondes, deja “esta vida” y vivirás como una reina. Lo juro.”-y fueron mis palabras tan poderosas, pues salieron de mi ser.
-“No te preocupes por mis malas costumbres, de los vicios mi favorito es la marihuana ningún otro frecuento, he visto lo que les ha hecho a mis amigas y no intereso ese destino.”-dijo ella con sus ojos a medio cerrar.-“En cuanto al baile, es mi estilo de vida. ¿Qué puedo hacer?”-preguntó tan frágil.-“Te amo, me eres tan familiar como si te conociera de otra vida, pero me gusta ganarme las cosas, no ser una mantenida, además ¿En que trabajaría?, esto es lo único que sé hacer.”-fue su respuesta en un tono tan sincero. Supe que era pobre de espíritu y que en la vida, estaba completamente perdida.
-“No tiene que ser así, yo puedo conseguirte un trabajo.”-le sugerí cuando repentinamente nos interrumpieron.
-“Elizabeth, ¿tiene un momento?”-preguntó el guardaespaldas de aquel lugar tras abrir la puerta donde nos encontrábamos. Ella me miró.
-“Voy a pensarlo. Discúlpame un momento, tengo que atender un asunto.”-dijo y se levantó de sobre mí, tomó su ropa y tras vestirse salió de la habitación con el moreno guardaespaldas. Tras unos minutos que se tornaron increíblemente largos para mí, ella regresó.
-“Debo irme Sebastián.”-dijo con un nudo en la garganta y sus ojos casi aguados.
-“¿Qué sucede?”-pregunté desconcertado, mientras tomaba mis cosas para vestirme.
-“Nada que puedas remediar, debo irme, apúntame tu teléfono, te llamaré.”-dijo, tras lo cual me dio un papel y un bolígrafo.
Apunte mi número y ella lo tomó, apagó el cigarrillo de marihuana que había dejado sobre la plataforma de baile cuando se levantó y se fue. Antes de salir por la puerta me dio una última mirada y sonrió. Al terminar de vestirme traté de seguir tras de ella pero el moreno lo impidió. Le pregunté al moreno sobre qué había sucedido y él dijo que nada sabía, sólo que ella no estaría por unos días. Me marché de allí “fuera de órbita”. Pensaba en tantas cosas, pero más que todo en dos cosas, en lo familiar que se me hacía, como si la conociera de otra vida, y segundo, en aquel momento en el cuál había depositado dentro de ella mi “líquida y caliente forma de amar”. Una semana después sonó el teléfono.
-“¿Este es el celular de Sebastián?”-preguntó la voz de alguien que parecía haber llorado mucho.
-“Si eres la mujer de Johnny, definitivamente no, no es el celular de Sebastián.”-respondí, pensando que era otra persona.
-“No conozco a ningún Johnny, soy Elizabeth.”-respondió con otro tono de voz.
-“¿Elizabeth? Claro que soy yo, ¿qué sucede?, ¿dónde estás?”-le pregunté desesperado por saber que había sucedido.
-“¿Puedes verme frente a “Amor Prohibido”?, prefiero hablar en persona.”-fue su solemne respuesta.
-“Claro, no te muevas, voy para allá.”-le respondí y tras resolver unos asuntos me dirigí velozmente hacia el lugar. Al verme ella se subió al auto. Me besó en la boca apasionadamente y luego, abrió su cartera, sacó un cigarrillo de marihuana con olor a fresa y lo encendió inhaló por su boca y exhaló luego de cinco segundos.
-“Disculpa que no te haya llamado antes.”-murmuró.
-“No hay problema, ¿qué sucedió?”-le pregunté cuidadosamente.
-“Sebastián, mi madre murió.”-dijo e inhaló por su boca nuevamente y tras otros cinco segundos exhaló.-“Durante una persecución policiaca el perseguido perdió el control y se estrelló contra el auto de mi madre y...apenas reconocí el cuerpo. Lo peor de todo, es que nunca fui una buena hija.”-dijo con una mirada perdida. Por tercera vez inhaló y exhaló por su boca aquel veneno natural, recostó el asiento hacia atrás, cerró sus ojos y comenzó a llorar amargamente.
-“Lo lamento, lo lamento tanto. No llores angelito, que me partes el alma.”-le respondí, sin realmente saber que decir.
-“¿Crees que puedo cambiar?”-preguntó repentinamente abriendo sus ojos y mirándome, con una mirada perdida.
-“Claro que sí, con la ayuda de un buen hombre como yo, puedes hacer lo que quieras en esta vida y el límite lo pones tú.”- Me miró esperanzada y sonrió.
-“Quiero cambiar, Sebastián, quiero dejar de ser bailarina en “Amor Prohibido” y conseguir un trabajo honesto. Tendrás que enseñarme lo que es un trabajo honesto pues no tengo idea. Además, quiero dejar esto.”-dijo levantando la mano donde tenía su cigarrillo de marihuana.-“Quiero también, un hombre que me ame, tú me amas Sebastián, eso dices, ¿Qué amas de mí, mi juventud?”-preguntó y sentí su tristeza.
-“Yo te amo en tu totalidad, como no he amado a nadie, es indescriptible, no es por tu juventud, eso es lo de menos, te amo, porque te me haces tan familiar, como si te recordara de un sueño, o del sueño que se sueña cuando se sueña que se sueña.”-dijo sonriendo tras aquel trabalenguas basado en redundancia.-“Solucionaremos tus problemas, renuncia a tu trabajo de bailarina y trabaja para mí, como secretaria, necesito una en mi empresa hace ya algún tiempo, múdate conmigo a mi casa, convivimos un tiempo y luego si crees que todo resulta, pues me cumples mi más añorado deseo y te casas conmigo. Respecto a la marihuana, la rehabilitación se otorga hoy día hasta de gratis y además, tengo suficiente dinero ahorrado como para mandar a desintoxicar o rehabilitar a 200 personas a la clínica más cara. En el final tú decides. Ella sonrió y hasta una carcajada se le escapó.
-“Por algún lado hay que comenzar.”-dijo y tras apagar su cigarrillo de marihuana y bajar la ventana lo desechó.
Cuatro semanas más tarde, ella ya había dejado su pasado atrás definitivamente, su vida era diferente. Había aumentado 3 libras, vivía conmigo, en mi departamento y ahora, trabajaba para mí. Nuestra vida era estable y éramos felices
Después de esto, pasó un mes cuando las cosas comenzaron a cambiar. Una noche, salí de trabajar más tarde de la cuenta y ya ella estaba en casa. Quería sorprenderme según ella, así que cocinó un plato típico puertorriqueño para mí, lo que me resultó un milagro, pues según ella no sabía cocinar mucho que digamos, me lo dijo por teléfono.
Cuando llegué a mi departamento el olor que emanaba era exquisito, sonreí y abrí la puerta, cuando miré en la cocina ella desechaba unas cenizas en el zafacón. Me estuvo curioso así que le pregunté de qué se trataba, ella me explicó que eran los retratos de su madre. Le pregunté por qué nunca me enseñó uno. Ella me dejó saber que en su familia había esa tradición, de quemar retratos de los que morían, para que sus almas pudiesen descansar en paz. No le insistí en el asunto y ella y yo comimos juntos, en cuanto a su padre, nunca lo conoció, su madre cuyo nombre era Ana le dijo que “lo perdió antes de que ella naciera” y para evitar que usase su nombre con un hijo, pues era de mala suerte, nunca le dijo como se llamaba.”
Fue la mejor cena que había tenido en unos cuantos años. Reímos con el asunto de que para no saber cocinar la comida había quedado exquisita y fue todo como un cuento de hadas. Al terminar yo limpié los platos, los sequé y ella, bueno ella quería comerse algo dulce.
-“Sabes, como que se me antoja un pedazo de pastel de chocolate y un vaso de leche, creo que voy a comer eso antes de dormir, ya sabes, el postre.”-me comentó, como con rostro de inseguridad.
-“Pensé que el postre era yo.”-le dije bromeando.
-“Hoy no, hoy quiero chocolate.”-me dijo pícaramente.
-“Así son las mujeres, así son ustedes, ¿cuáles son las tres cosas básicas sobre ellas? su mejor amigo es el diamante, el camino a su corazón es por los ojos y prefieren comer chocolate a sostener relaciones sexuales. Ya puedo escribir un libro que se titule “Entienda a las mujeres, para principiantes.”-dije y ambos reímos, estábamos tan enamorados, es que todo parecía tan familiar, creo que esa era la razón una y otra vez.
-“Voy por ese pedazo de pastel de chocolate y no lo impedirás.”-me dijo con ojos a medio cerrar, maliciosamente. Al levantarse y dirigirse al refrigerador, repentinamente cayó desplomada. Una vez en el hospital y tras haberla atendido el doctor, nuestra historia dio su primer giro.
-“¿Doctor qué es lo que tiene? Debo saberlo, ella es mi novia, la amo profundamente y la haré mi esposa, puede decirme lo que sea con total franqueza, ¿qué es lo que tiene?”-le pregunté al viejo doctor, Alfonso Agosto. Me contempló por un momento en silencio y finalmente me respondió.
-“Ella quiere tener la oportunidad de decírselo. Por aquí, acompáñeme.”-dijo el Doctor Agosto. Al llegar al cuarto de Elizabeth, esta lloraba y reía, su mirada llena de compasión y confusión me tocó el corazón y me estremeció. Me acerqué a ella y la abrasé fuertemente, esperando lo peor.
-“¿Que sucede Elizabeth?”-finalmente pregunté, ella me miró y sonrió tímidamente.
-“Estoy embarazada de ti, Sebastián, tengo casi un mes.”-fue su humilde e inesperada respuesta. Yo comencé a reír de nerviosismo y la abrasé más fuertemente.
-“Mi vida, eso es maravilloso.”-fue lo único que pude decir. Cuando el Doctor nos interrumpió.
-“Felicidades, señor Sebastián. No quisiera opacar la celebración, pero quisiera hacerle unas cuantas preguntas y unos cuantos exámenes médicos ya que es usted el papá del niño, son cosas de rutina.”-me dejó saber el sujeto con una actitud sospechosa.
-“Por la madre de mi hijo, lo que sea.”-respondí alegre.
-“¿Qué tipo de sangre es?”-preguntó y comenzó a tomar notas.
-“Soy +O.”-le contesté.
-“¿Su edad?”-preguntó un tanto nervioso.
-“Tengo 37 años de edad.”-le contesté.
-“Con esa edad podría ser su padre.”- él me dijo sorprendido con una mirada desconcertante y que hasta me dio escalofríos.
-“Para el amor no hay edad.”-le contesté un tanto molesto por su comentario fuera de lugar.
-“Disculpe, por aquí, le haremos los exámenes de rutina.”-dijo el sujeto y lo acompañé. Ella me miró una última vez y sonrió, nos despedimos y me dijo adiós, ya que pasaría la noche en el hospital, bajo observación por la caída.
La mañana del día siguiente, desperté por que sonó mi teléfono celular, una enfermera llamada Beatriz me llamó y me dejó saber que debía venir al hospital que era una emergencia, una terrible emergencia. Al llegar frente al hospital había un sin fin de gente parada cerca a la puerta del hospital, había patrullas de la policía, unos paramédicos, un fiscal, entre la multitud, pude distinguir a el doctor Alfonso mirando la escena. Me contempló y dos lágrimas se le escaparon. Comencé a abrirme paso y a empujar a todo el mundo hasta llegar a donde él se encontraba.
Al contemplar el suelo, el lugar del punto de atención, donde las miradas se clavaban, lo que observé, no tenía descripción, allí en el pavimento en un mar de sangre tras una caída desde un sexto piso, el cuerpo desfigurado de mi amada Elizabeth. Yacía muerta, se había suicidado. ¿Por qué? El doctor, se acercó a mí, me abrazó y colocó algo en el bolsillo de atrás de mi pantalón, sin que nadie se percatara. Se alejó de mí unos pasos y me miró con desprecio.
-“Ella para ti Sebastián, era un amor prohibido, escribió eso antes de morir.”-dijo el doctor hablando de la carta y se alejó de mí, perdiéndose en la multitud que cada vez se hacía más grande y la carta decía como sigue:
“Estas son mis “últimas líneas”, eres mi padre, aquel que abandonó a mi madre hace casi 19 años atrás, cuando aún no había nacido. Aquel que mi madre vino a buscar a la tierra de los gringos, se equivocó al pensar que estabas en Miami. El Doctor Agosto, es mi padrino, mi madre lo eligió porque fue quien atendió su parto, cuando le dije que te llamabas Sebastián y que tenías casi cuarenta años se sorprendió, me pidió que no te dijera que era su ahijada.
Por eso la prioridad de servicio y etc. Cuando te hiciste “las pruebas de rutina” que él te pidió, no era otra cosa que una prueba de ADN, eres mi padre. Él te reconoció, no has cambiado mucho que digamos, Sebastián padre mío, Agosto te vio en una foto hace mucho tiempo, sentados mi madre y tú en la superior, en un banco, foto que mi madre atesoraba. Allí estabas con mi madre, cuyo nombre real me enteré es Kimberly. ¿Por qué se hacía llamar Ana y en todos los papeles también? Ella presenció un crimen cuando llego a Miami y fue puesta en el programa de protección de testigos, le cambiaron el nombre.
Cuando me enteré que le había entregado mi pureza a mi padre, que me habías sacado de la barra de Marcos, que habíamos hecho el amor una y mil veces, que le había amado y que ahora esperaba un hijo suyo, consideré la vida tan cruel. Tú eres mi padre y me embarazaste. ¿Qué nacería de nuestra unión? Lamento que me hayas abandonado cuando aún no nacía, lamento no haberte importado para aquel entonces, lamento que me hayas hecho tu mujer, lamento que me hayas hecho un hijo, lo lamento tanto, lamento que el hombre al que amo y con el que hago estremecer mi cama sea mi padre, lamento que el hombre que me hizo cambiar fueses tú, lamento que la vida nos usara para enseñarle una lección como está a otros y a nosotros, lo lamento. Pero lo más que lamento es que algo como esto no tenga solución. Te veré en otra vida, amor mío, mi padre, te veré en otra vida.
Aún me pregunto cómo pudo ser que aquello no me hiciera enloquecer, aunque se dice que los locos nunca lo admiten, nunca admiten que están locos, que ellos siempre creen que están cuerdos. No sé cuánta cinta me quede ya, no sé si el resto importa, sólo sé que en esta vida, lo que se hace se paga y que si Dios se antoja, te puede entregar en las manos del Diablo y este de despedazará. Tú que me escuchas, no cometas el mismo error que yo, no abandones a una mujer embarazada, no eches sobre ti la ira de Dios, porque el destino toca a tu puerta. Tú, sí, que hoy conoces mi historia, te veré en otra vida...
Siguiente a estas palabras, en la grabación se escuchaba el sonido de huesos romperse y como si una silla se hubiese caído, finalmente, el movimiento de algo intermitente que daba contra la pared. El detective Hopeless miró al ahorcado con lástima, ahora que conocía su historia, pobre Sebastián aprendió de la peor forma que la traición se paga con la sangre.
El fiscal llegó. La grabación fue llevada como evidencia y el fiscal dio su consentimiento de que lo descolgaran, estaba muerto. Tras hacer eco al fiscal, Hopeless le miró por un momento y se percató de que no era el mismo de siempre. Notó que reía cínicamente y que alguna estela malévola le cubría.
-“No tengo el gusto de conocerle, señor fiscal, ¿Quién es usted? ¿Cómo se llama?”-le preguntó Hopeless invadido por aquel extraño sentimiento.
-“Marcos, Marcos La Vida.”-le dijo el sujeto sonriendo maquiavélicamente y caminó hacia la puerta.
Hopeless no lo podía creer, ¿sería acaso este sujeto Marcos, el dueño de la barra “Amor Prohibido”? o ¿sería acaso el señor La Vida, el sujeto que le entregó la tarjeta a Sebastián? Peor aún, ¿serían los tres el mismo sujeto? Antes de cruzar el arco de la puerta el sujeto se detuvo, el fiscal y tras unos leves segundos, habló, antes de abandonar aquel lugar.

-“Tranquilo Detective Hopeless. El destino toca a tu puerta, te veré en otra vida.”-le dijo aquel sujeto y Hopeless jamás volvió a verlo en esta vida.