“Amor prohibido”
Un Cuento Corto por:
German
William Cabassa Barber,
Primer Lugar,
Cuando
el Detective Hopeless, del Departamento de Homicidios y crímenes violentos,
entró en aquella habitación donde la policía y sus peritos forenses ya le
esperaban, lo que encontró, mientras aguardaban la llegada del fiscal, fue algo
que jamás olvidaría. Aquello y su historia fue algo tan desconcertante que más
tarde (en Diciembre 23 de ese año) el pensar tanto en ello le obligaría a
romper el silencio y dejar su ética laboral a un lado para contarle a su mejor
amigo-mi padre-sobre aquello que ocurrió, por cierto el 11 de octubre del 2004…
Manhattan,
Nueva York a 11 de Octubre de 2004:
-“Qué
desastre.”-comentó el Detective Hopeless al encontrarse con aquella escena,
aunque había visto muchos escenarios espeluznantes en su vida, los de ese tipo
en específico eran los que menos le gustaban. Mientras él contemplaba aquello,
otros rebuscaban el lugar, otros fotografiaban, otros hacían trámites para que
el fiscal se apresurara. Cosa del destino pareció que aquel joven oficial de
color se percatase de que había una grabadora sobre la mesa y de que tenía
cinta puesta, se acercaron y se percataron que aún grababa, le oprimieron el
botón para que el artefacto virara la cinta al principio y por curiosidad,
aunque más por la sospecha de que esclarecería aquel caso se pusieron a
escuchar la cinta. Contaba una historia que viviría con ellos de ahí en
adelante, era la historia de quien dejó la grabación -en ella contenía sus razones para hacer lo
que había hecho- y era su historia, era el audio que sigue:
“He decidido dejar mi
historia para los que la encuentren, como testamento y como advertencia de que
no cometan los mismos errores que yo. Mi nombre es Sebastián y todo comenzó
cuando yo estaba en la escuela superior Inés María Mendoza en Cabo Rojo, Puerto
Rico. Cursaba yo el grado once cuando por tener la sangre caliente embaracé a
mi novia. Les diré que todos aquellos que me rodeaban, los pocos que eran, se
convirtieron en mis verdugos. Así que sin paciencia, sin ganas y sin compasión
ninguna, siendo mi cómplice el hermano de mi abuelo, sin decir nada, me marché.
Así es, abandoné a mi amante, partí hacia la ciudad de Nueva York. , el antiguo
destino de todos los nacidos en mi isla bella, con sólo 16 años. No quería
volver a mi amada tierra natal porque los dos hermanos de mi amante querían
matarme.
Durante 19 largos
años no me comuniqué con nadie de acá y como nadie supo con quién y a donde
escapé, tampoco recibí muchas noticias de mi isla querida. Mi tío-abuelo, murió
de cáncer en el transcurso de esos 19 años pero para eso ya era yo un hombre
adulto, con negocio propio que él “me
heredó en vida” al retirarse. Me dedicaba a exportar piezas de
carros a cualquier parte del mundo, eso fue lo que aprendí y la manera en la
que me gané la vida. Con el pasar del tiempo, por mi vida desfilaron muchas
mujeres, no perdoné ni a una, antes de salir con ella la séptima vez ya éramos
amantes, ese tipo de relaciones no duran mucho. Pero jamás hubo una mujer que
amase tanto como a mi Elizabeth. Ella es el eje de mi historia.
Una tarde llegó
cierto sujeto, que se apellidaba “La
Vida”, el cual me hizo un pedido de ciertas piezas con destino a
Mayagüez de Puerto Rico. Recordé a mi amado Cabo Rojo e inevitablemente vino a
mí, recordar aquel sombrío acto de cobardía del que había sido protagonista y
mi semblante decayó, el sujeto me miró por un momento con seriedad y luego
sonrió.
-“Hombre, sea alegre,
tenga usted buen ánimo, que el
destino toca a su puerta.”-dijo y sonrió, sacó una tarjeta de su
abrigo y la colocó sobre el mostrador, me dio una mirada como galán de película
y se marchó. Por un momento pensé que estaba en blanco, pero al tomarla supe
que me equivocaba.
-“Así que este “burdel disfrazado” se llama “Amor Prohibido”, muy
original.”-comenté.
En aquel momento
pensé que era estúpida su idea de dejarme aquella tarjeta. Así que la coloqué
sobre el escritorio y seguí el papeleo, pero mientras más la observara, así
fuese con el rabo del ojo, más me interesaba. Amor Prohibido, extraño nombre para un lugar de bailarinas nudistas,
es más, suena cursi, me dije. Pero
pronto, me torné optimista con aquel gesto. Estoy solo, soy muy bien parecido,
tengo mucho dinero. ¿Por qué no?
Aun siendo mi vida como había sido, jamás había visitado un “burdel”, así que poco a poco, lo
que fue estúpido, me interesó, me creó curiosidad y la curiosidad mató al gato,
aunque en su caso, la satisfacción lo revivió.
Ese viernes, me
preparé, me vestí con la mejor ropa, buen peinado, un reloj caro y una faja de
billetes en mi bolsillo fueron mis “atributos”.
Al llegar al lugar, en una de las calles más conocidas de NY, me fijé que tenía
aspecto de casa antigua con frente adornado de dos columnas y en el centro de
ellas, el letrero que te dejaba saber a dónde habías llegado.
Me acerqué al moreno
americano que servía de portero y le contemplé momentáneamente, y él a mí y me
preguntó qué pasaba, que si quería algo y saqué la tarjeta y se la entregué. Él
me preguntó sobre cómo la obtuve y le dejé saber que aquel sujeto con aquel apellido
La Vida me la había
dado, diciendo que el destino había tocado a mi puerta. El abrió los ojos como
soles y sonrió como si repentinamente fuese tímido, se disculpó y me llevó
adentro, el lugar estaba iluminado, la luz era falsa y artificialmente programada.
Llegué a un cuarto privado con él y me dejó saber que me “atendería” la bailarina y dama
de noche más bella de NY. Afirmé con la cabeza y él se marchó. Pasados cuatro
minutos, entró una dama en la habitación. Describiéndola diré que era rubia de cabello
largo y lacio, su piel era bronceada-se notaba que fue blanca alguna vez-sus
senos perfectos, era de baja estatura, de ojos verdes y era Elizabeth Heart.
-“Hola galán.”-dijo y
se sentó en la mesa donde estaba el tubo para ella bailar y conversamos un
poco-“Sé que está usted lleno de estrés”-me dijo con ojos a medio cerrar-“pero
relájese, puede verme como una amiga, estoy aquí para hacerte feliz, para que
disfrutes la función.”-dijo, tras lo cual subió a la plataforma de baile. Tenía
una blusa que decía “Las Chicas
somos Malas” roja y blanca, sombrero de cowgirl negro, falda blanca y unos tacos de
plataforma negros.
Comenzó a bailar al
compás de la música, sinceramente ni recuerdo el ritmo. Lo que sí recuerdo fue
como poco a poco comenzó a quitarse su blusa-me
percaté de que tenía una pantalla en el ombligo-luego su falda
blanca y se quedó en ropa interior. Su ropa interior era roja, los manguillos
de su sostén eran transparentes y el diseño completo era de rosas. Pensé que
ahí terminaría la función, pero no fue así.
Comenzó a hacer
ciertos movimientos que me reservaré y prontamente ya no tenía sostén, pude
admirar sus pechos. Continuó su baile y aquellos movimientos que no puedo
describir, por respeto y me dio la espalda y se acercó, tenía un tatuaje en su
espalda baja, era una palabra y decía “Suya”
en letras hechas como para parecer rosas. Nuevamente de frente sostuvo con sus
manos las ataduras de su ropa interior inferior y poco a poco las soltó.
Recuerdo muchos detalles de lo que observé, pero el más curioso fue otro
tatuaje con el mismo estilo, este decía “Bad
Girl”, que traducido es “chica
mala”. Era una “diosa
malvada que había venido entre los hombres para hacerlos pecar”,
eso pensé. Siguiente y sólo en sus tacos de plataforma y con su sombrero de cowgirl se sentó sobre mí-mi corazón latía a “mil por hora”-comencé a sudar y
hasta me dieron escalofríos de tener a una mujer tan preciosa allí, conmigo.
-“Sé que ahora estás
mejor galán.”-murmuró a mi oído, mordiéndome levemente la oreja, tras lo cual
me lamió los labios. Tomé el dinero que traía en mi bolsillo y le entregué una
buena suma de dinero, ella sonrió y me contempló momentáneamente.-“Hasta pronto
galán.”-me dejó saber y se marchó del cuarto, llevándose su ropa, después de
aquella función privada también abandoné el lugar, no bajó una tormenta de
agua, sino, bajo una de sentimientos.
No hice más que salir
y ya quería volver a verla, ella daba sus funciones los viernes, así que cada
viernes regresaba a beber un poco más de aquel elíxir que como el “Fuego de San Agustín” me quemaba
el ser. Cada una de aquellas ocasiones era más y más dinero para ella y más y
más “Fuego de San Agustín”
para mí. Hasta que una noche todo cambió, para siempre. Esa noche fue aquella
que tras un millar de sentimientos conflictivos y tras pensarlo a fondo, me
decidiría a confesar mis sentimientos, increíblemente conociendo el tipo de
mujer que era y la vida que llevaba, estaba enamorado de ella. Cuando entró al
cuarto pensé en decírselo tan rápido como pudiese, mas otra vez su belleza me
deslumbró y no pude decir nada de la manera que lo planeé.
-“Hola galán, eres
preso del estrés, lo sé, pero hoy, te libraré de tus cadenas. Hoy, hace un mes
que nos conocemos, es nuestro
aniversario.”-dijo y sonrió simpáticamente, subió a la plataforma e hizo su
rutina de baile. Cuando terminó, los guarda espaldas que siempre estaban en la
puerta del cuarto durante “las rutinas”
se marcharon y ella, se bajó de la plataforma y se dirigió hacia mí.
-“¿Qué
sucede?”-pregunté extrañado de tal situación.
-“Nada. ¿Qué va a
suceder? Sería mejor pregunta.”-dijo
mientras me desabotonaba la camisa.
Lo siguiente no hay
necesidad de describirlo, estaba acostada en mi pecho, ambos como Dios nos
trajo al mundo y ella fumándose un cigarrillo de marihuana que de hecho olía a
fresa cuando exhalaba el humo.
-“No eras “tan mala” después de todo. Pensé
que con una vida como la tuya eras señora desde hace mucho, mas con lo que
pasamos ahora, me percaté de que me equivoqué.”-le dije pensativo, culpa de la
vida la ironía por ambos vivida.
-“Esperaba al hombre
ideal, pensé que eras tú, no te has propasado conmigo, eres elegante y sencillo
y por alguna misteriosa razón desde que te conocí, me resultaste tan
familiar.”-fue su confesión.
-“Hay algo que quiero
decirte.”-le murmuré al oído, decidido a desnudar mi corazón, para que ella
contemplara mi interior, me confesaría. Pero me interrumpió antes.
-“Dime la verdad, ¿tienes esposa?”-preguntó con
cierto tono de nerviosismo en su voz.
-“No, llevo mucho
tiempo solo. Lo tengo todo menos una buena mujer a mi lado, aunque hay quien
dice que no hay mujeres buenas, yo busco una buena mujer dispuesta a compartir
todo conmigo, su corazón incluido.”-le dejé saber, ella me acarició el cuello
con su mano izquierda y sonrió paso a paso.
-“Cariño, si
estuvieses dispuesto a aceptarme como soy, yo sería más que tu mujer de ocasión, no por
dinero, sino por lo que todos mendigamos, por amor.”-fue su humilde respuesta.
-“Elizabeth, cásate
conmigo, deja “esta vida”,
no importa lo demás, pero “deja
esta vida”, el resto yo lo acepto, si te gustan las drogas, te
gusta beber alcohol, etc., está bien, pero deja “esta vida”, si realmente me correspondes, deja “esta vida” y vivirás como una
reina. Lo juro.”-y fueron mis palabras tan poderosas, pues salieron de mi ser.
-“No te preocupes por
mis malas costumbres, de los vicios mi favorito es la marihuana ningún otro
frecuento, he visto lo que les ha hecho a mis amigas y no intereso ese
destino.”-dijo ella con sus ojos a medio cerrar.-“En cuanto al baile, es mi
estilo de vida. ¿Qué puedo hacer?”-preguntó tan frágil.-“Te amo, me eres tan
familiar como si te conociera de otra vida, pero me gusta ganarme las cosas, no
ser una mantenida, además ¿En que
trabajaría?, esto es lo único que sé hacer.”-fue su respuesta en un
tono tan sincero. Supe que era pobre de espíritu y que en la vida, estaba
completamente perdida.
-“No tiene que ser
así, yo puedo conseguirte un trabajo.”-le sugerí cuando repentinamente nos
interrumpieron.
-“Elizabeth, ¿tiene un momento?”-preguntó el
guardaespaldas de aquel lugar tras abrir la puerta donde nos encontrábamos.
Ella me miró.
-“Voy a pensarlo.
Discúlpame un momento, tengo que atender un asunto.”-dijo y se levantó de sobre
mí, tomó su ropa y tras vestirse salió de la habitación con el moreno
guardaespaldas. Tras unos minutos que se tornaron increíblemente largos para
mí, ella regresó.
-“Debo irme
Sebastián.”-dijo con un nudo en la garganta y sus ojos casi aguados.
-“¿Qué
sucede?”-pregunté desconcertado, mientras tomaba mis cosas para vestirme.
-“Nada que puedas
remediar, debo irme, apúntame
tu teléfono, te llamaré.”-dijo, tras lo cual me dio un papel y un bolígrafo.
Apunte mi número y
ella lo tomó, apagó el cigarrillo de marihuana que había dejado sobre la
plataforma de baile cuando se levantó y se fue. Antes de salir por la puerta me
dio una última mirada y sonrió. Al terminar de vestirme traté de seguir tras de
ella pero el moreno lo impidió. Le pregunté al moreno sobre qué había sucedido
y él dijo que nada sabía, sólo que ella no estaría por unos días. Me marché de
allí “fuera de órbita”.
Pensaba en tantas cosas, pero más que todo en dos cosas, en lo familiar que se
me hacía, como si la conociera de otra vida, y segundo, en aquel momento en el
cuál había depositado dentro de ella mi “líquida
y caliente forma de amar”. Una semana después sonó el teléfono.
-“¿Este es el celular
de Sebastián?”-preguntó la voz de alguien que parecía haber llorado mucho.
-“Si eres la mujer de
Johnny, definitivamente no,
no es el celular de Sebastián.”-respondí, pensando que era otra persona.
-“No conozco a ningún
Johnny, soy
Elizabeth.”-respondió con otro tono de voz.
-“¿Elizabeth? Claro que soy yo,
¿qué sucede?, ¿dónde estás?”-le pregunté desesperado por saber que había
sucedido.
-“¿Puedes verme
frente a “Amor Prohibido”?,
prefiero hablar en persona.”-fue su solemne respuesta.
-“Claro, no te muevas, voy para allá.”-le
respondí y tras resolver unos asuntos me dirigí velozmente hacia el lugar. Al
verme ella se subió al auto. Me besó en la boca apasionadamente y luego, abrió
su cartera, sacó un cigarrillo de marihuana con olor a fresa y lo encendió
inhaló por su boca y exhaló luego de cinco segundos.
-“Disculpa que no te
haya llamado antes.”-murmuró.
-“No hay problema, ¿qué sucedió?”-le pregunté
cuidadosamente.
-“Sebastián, mi madre
murió.”-dijo e inhaló por su boca nuevamente y tras otros cinco segundos
exhaló.-“Durante una persecución policiaca el perseguido perdió el control y se
estrelló contra el auto de mi madre y...apenas reconocí el cuerpo. Lo peor de
todo, es que nunca fui una buena hija.”-dijo con una mirada perdida. Por
tercera vez inhaló y exhaló por su boca aquel veneno natural, recostó el asiento hacia atrás,
cerró sus ojos y comenzó a llorar amargamente.
-“Lo lamento, lo
lamento tanto. No llores angelito, que me partes el alma.”-le respondí, sin
realmente saber que decir.
-“¿Crees que puedo
cambiar?”-preguntó repentinamente abriendo sus ojos y mirándome, con una mirada
perdida.
-“Claro que sí, con la ayuda de un buen hombre como yo,
puedes hacer lo que quieras en esta vida y el límite lo pones tú.”- Me miró
esperanzada y sonrió.
-“Quiero cambiar,
Sebastián, quiero dejar de ser bailarina en “Amor
Prohibido” y conseguir un trabajo honesto. Tendrás que enseñarme lo
que es un trabajo honesto pues no tengo idea. Además, quiero dejar esto.”-dijo levantando la mano donde tenía su
cigarrillo de marihuana.-“Quiero también, un hombre que me ame, tú
me amas Sebastián, eso
dices, ¿Qué amas de mí, mi juventud?”-preguntó y sentí su tristeza.
-“Yo te amo en tu
totalidad, como no he amado a nadie,
es indescriptible, no es por tu juventud, eso es lo de menos, te amo, porque te me haces tan familiar, como si te recordara de un sueño, o del sueño
que se sueña cuando se sueña que se sueña.”-dijo sonriendo tras
aquel trabalenguas basado en redundancia.-“Solucionaremos tus problemas,
renuncia a tu trabajo de bailarina y trabaja para mí, como secretaria, necesito
una en mi empresa hace ya algún tiempo, múdate conmigo a mi casa, convivimos un
tiempo y luego si crees que todo resulta, pues me cumples mi más añorado deseo
y te casas conmigo. Respecto a la marihuana, la rehabilitación se otorga hoy
día hasta de gratis y además, tengo suficiente dinero ahorrado como para mandar
a desintoxicar o rehabilitar a 200 personas a la clínica más cara. En el final tú decides. Ella sonrió y hasta
una carcajada se le escapó.
-“Por algún lado hay
que comenzar.”-dijo y tras apagar su cigarrillo de marihuana y bajar la ventana
lo desechó.
Cuatro semanas más
tarde, ella ya había dejado su pasado atrás definitivamente, su vida era diferente.
Había aumentado 3 libras, vivía conmigo, en mi departamento y ahora, trabajaba
para mí. Nuestra vida era estable y éramos
felices…
Después de esto, pasó
un mes cuando las cosas comenzaron a cambiar. Una noche, salí de trabajar más
tarde de la cuenta y ya ella estaba en casa. Quería sorprenderme según ella,
así que cocinó un plato típico puertorriqueño para mí, lo que me resultó un
milagro, pues según ella no sabía cocinar mucho que digamos, me lo dijo por
teléfono.
Cuando llegué a mi
departamento el olor que emanaba era exquisito, sonreí y abrí la puerta, cuando
miré en la cocina ella desechaba unas cenizas en el zafacón. Me estuvo curioso
así que le pregunté de qué se trataba, ella me explicó que eran los retratos de
su madre. Le pregunté por qué nunca me enseñó uno. Ella me dejó saber que en su
familia había esa tradición, de
quemar retratos de los que morían, para que sus almas pudiesen
descansar en paz. No le insistí en el asunto y ella y yo comimos juntos, en
cuanto a su padre, nunca lo conoció,
su madre cuyo nombre era Ana le dijo que “lo
perdió antes de que ella naciera” y para evitar que usase su nombre
con un hijo, pues era de mala
suerte, nunca le dijo como se llamaba.”
Fue la mejor cena que
había tenido en unos cuantos años. Reímos con el asunto de que para no saber cocinar la comida había quedado
exquisita y fue todo como un cuento de hadas. Al terminar yo limpié
los platos, los sequé y ella, bueno ella
quería comerse algo dulce.
-“Sabes, como que se
me antoja un pedazo de pastel de chocolate y un vaso de leche, creo que voy a
comer eso antes de dormir, ya sabes, el postre.”-me comentó, como con rostro de
inseguridad.
-“Pensé que el postre
era yo.”-le dije bromeando.
-“Hoy no, hoy quiero
chocolate.”-me dijo pícaramente.
-“Así son las mujeres,
así son ustedes, ¿cuáles son las
tres cosas básicas sobre ellas? su mejor amigo es el diamante, el
camino a su corazón es por los ojos y prefieren comer chocolate a sostener
relaciones sexuales. Ya puedo escribir un libro que se titule “Entienda a las mujeres, para principiantes.”-dije
y ambos reímos, estábamos tan
enamorados, es que todo parecía tan familiar, creo que esa era la
razón una y otra vez.
-“Voy por ese pedazo
de pastel de chocolate y no lo impedirás.”-me dijo con ojos a medio cerrar,
maliciosamente. Al levantarse y dirigirse al refrigerador, repentinamente cayó
desplomada. Una vez en el hospital y tras haberla atendido el doctor, nuestra
historia dio su primer giro.
-“¿Doctor qué es lo
que tiene? Debo saberlo, ella es mi novia, la amo profundamente y la haré mi
esposa, puede decirme lo que sea con total franqueza, ¿qué es lo que tiene?”-le
pregunté al viejo doctor, Alfonso Agosto. Me contempló por un momento en
silencio y finalmente me respondió.
-“Ella quiere tener
la oportunidad de decírselo. Por aquí, acompáñeme.”-dijo el Doctor Agosto. Al
llegar al cuarto de Elizabeth, esta lloraba y reía, su mirada llena de
compasión y confusión me tocó el corazón y me estremeció. Me acerqué a ella y
la abrasé fuertemente, esperando lo peor.
-“¿Que sucede
Elizabeth?”-finalmente pregunté, ella me miró y sonrió tímidamente.
-“Estoy embarazada de
ti, Sebastián, tengo casi un mes.”-fue
su humilde e inesperada respuesta. Yo comencé a reír de nerviosismo y la abrasé
más fuertemente.
-“Mi vida, eso es maravilloso.”-fue lo único
que pude decir. Cuando el Doctor nos interrumpió.
-“Felicidades, señor
Sebastián. No quisiera opacar la celebración, pero quisiera hacerle unas
cuantas preguntas y unos cuantos exámenes médicos ya que es usted el papá del
niño, son cosas de rutina.”-me dejó saber el sujeto con una actitud sospechosa.
-“Por la madre de mi
hijo, lo que sea.”-respondí alegre.
-“¿Qué tipo de sangre
es?”-preguntó y comenzó a tomar notas.
-“Soy +O.”-le
contesté.
-“¿Su edad?”-preguntó
un tanto nervioso.
-“Tengo 37 años de
edad.”-le contesté.
-“Con esa edad podría ser su padre.”- él me dijo
sorprendido con una mirada desconcertante y que hasta me dio escalofríos.
-“Para el amor no hay edad.”-le contesté un
tanto molesto por su comentario fuera de lugar.
-“Disculpe, por aquí, le haremos los exámenes
de rutina.”-dijo el sujeto y lo acompañé. Ella me miró una última vez y sonrió,
nos despedimos y me dijo adiós, ya
que pasaría la noche en el hospital, bajo observación por la caída.
La mañana del día
siguiente, desperté por que sonó mi teléfono celular, una enfermera llamada
Beatriz me llamó y me dejó saber que debía venir al hospital que era una
emergencia, una terrible emergencia.
Al llegar frente al hospital había un sin fin de gente parada cerca a la puerta
del hospital, había patrullas de la policía, unos paramédicos, un fiscal, entre
la multitud, pude distinguir a el doctor Alfonso mirando la escena. Me
contempló y dos lágrimas se le escaparon. Comencé a abrirme paso y a empujar a
todo el mundo hasta llegar a donde él se encontraba.
Al contemplar el
suelo, el lugar del punto de atención, donde
las miradas se clavaban, lo que observé, no tenía descripción, allí
en el pavimento en un mar de sangre tras una caída desde un sexto piso, el
cuerpo desfigurado de mi amada Elizabeth. Yacía muerta, se había suicidado. ¿Por qué? El doctor, se acercó a mí, me abrazó
y colocó algo en el bolsillo de atrás de mi pantalón, sin que nadie se
percatara. Se alejó de mí unos pasos y me miró con desprecio.
-“Ella para ti
Sebastián, era un amor prohibido,
escribió eso antes de
morir.”-dijo el doctor hablando de la carta y se alejó de mí, perdiéndose en la
multitud que cada vez se hacía más grande y la carta decía como sigue:
“Estas son mis “últimas líneas”, eres mi padre, aquel que abandonó
a mi madre hace casi 19 años atrás, cuando aún no había nacido. Aquel que mi
madre vino a buscar a la tierra de los gringos, se equivocó al pensar que estabas en Miami. El
Doctor Agosto, es mi padrino,
mi madre lo eligió porque fue quien atendió su parto, cuando le dije que te
llamabas Sebastián y que tenías casi cuarenta años se sorprendió, me pidió que
no te dijera que era su ahijada.
Por eso la prioridad
de servicio y etc. Cuando te hiciste “las
pruebas de rutina” que él te pidió, no era otra cosa que una prueba
de ADN, eres mi padre.
Él te reconoció, no has cambiado mucho que digamos, Sebastián padre mío, Agosto te vio en una
foto hace mucho tiempo, sentados mi madre y tú en la superior, en un banco,
foto que mi madre atesoraba. Allí estabas con mi madre, cuyo nombre real me
enteré es Kimberly.
¿Por qué se hacía llamar Ana y en todos los papeles también? Ella presenció un
crimen cuando llego a Miami y fue puesta en el programa de protección de
testigos, le cambiaron el nombre.
Cuando me enteré que
le había entregado mi pureza a mi padre, que me habías sacado de la barra de
Marcos, que habíamos hecho el amor una y mil veces, que le había amado y que
ahora esperaba un hijo suyo, consideré
la vida tan cruel. Tú
eres mi padre y me embarazaste. ¿Qué nacería de nuestra unión?
Lamento que me hayas abandonado cuando aún no nacía, lamento no haberte
importado para aquel entonces, lamento que me hayas hecho tu mujer, lamento que
me hayas hecho un hijo, lo lamento tanto, lamento que el hombre al que amo y
con el que hago estremecer mi cama sea mi padre, lamento que el hombre que me
hizo cambiar fueses tú, lamento que la vida nos usara para enseñarle una
lección como está a otros y a nosotros, lo
lamento. Pero lo más que lamento es que algo como esto no tenga solución. Te veré en otra vida, amor mío, mi padre,
te veré en otra vida.
Aún me pregunto cómo
pudo ser que aquello no me hiciera enloquecer, aunque se dice que los locos
nunca lo admiten, nunca admiten que
están locos, que ellos siempre creen que están cuerdos. No sé
cuánta cinta me quede ya, no sé si
el resto importa, sólo sé que en esta vida, lo que se hace se paga
y que si Dios se antoja, te puede entregar en las manos del Diablo y este de
despedazará. Tú que me escuchas, no
cometas el mismo error que yo, no abandones a una mujer embarazada,
no eches sobre ti la ira de Dios, porque el
destino toca a tu puerta. Tú, sí, tú que hoy conoces mi historia, te veré en otra vida...
Siguiente a estas
palabras, en la grabación se escuchaba el sonido de huesos romperse y como si
una silla se hubiese caído, finalmente, el movimiento de algo intermitente que
daba contra la pared. El detective Hopeless miró al ahorcado con lástima, ahora que conocía su historia,
pobre Sebastián aprendió de la peor forma que la traición se paga con la sangre.
El fiscal llegó. La
grabación fue llevada como evidencia y el fiscal dio su consentimiento de que
lo descolgaran, estaba muerto.
Tras hacer eco al fiscal, Hopeless le miró por un momento y se percató de que
no era el mismo de siempre. Notó que reía cínicamente y que alguna estela
malévola le cubría.
-“No tengo el gusto
de conocerle, señor fiscal,
¿Quién es usted? ¿Cómo se llama?”-le preguntó
Hopeless invadido por aquel extraño sentimiento.
-“Marcos, Marcos La Vida.”-le dijo el sujeto
sonriendo maquiavélicamente y caminó hacia la puerta.
Hopeless no lo podía
creer, ¿sería acaso este sujeto Marcos, el dueño de la barra “Amor Prohibido”? o ¿sería acaso
el señor La Vida, el
sujeto que le entregó la tarjeta a Sebastián? Peor aún, ¿serían los tres el mismo sujeto?
Antes de cruzar el arco de la puerta el sujeto se detuvo, el fiscal y tras unos leves
segundos, habló, antes
de abandonar aquel lugar.
-“Tranquilo Detective
Hopeless. El destino toca a tu
puerta, te veré en otra vida.”-le dijo aquel sujeto y Hopeless jamás volvió a verlo en esta vida.
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